miércoles, 28 de septiembre de 2016

La Iglesia no es solamente para los buenos, la Iglesia es para todos

(RV).- La Iglesia no es solamente para los buenos, los que parecen buenos, o se creen buenos. La Iglesia es para todos, incluso preferiblemente para los malos, porque la Iglesia es misericordia, y este tiempo de gracia y de misericordia nos recuerda que nada nos puede separar del amor de Cristo. Fue ésta una de las afirmaciones del Papa Francisco en la catequesis del miércoles 28 de setiembre, al reflexionar sobre las actitudes diferentes de los dos ladrones que murieron en la cruz junto a Jesús.


Al inicio de la catequesis en nuestro idioma, el Papa explicó que las palabras que pronuncia Jesús en la cruz, encuentran su culmen en el perdón: "El evangelista san Lucas narra cómo los dos ladrones que fueron crucificados junto a Jesús se dirigen a él con actitudes distintas. El primero, llevado por la angustia del hombre ante la muerte, lo insulta y no comprende que, siendo el Mesías, pueda quedarse en la cruz. Pero es precisamente quedándose y muriendo en la cruz donde Cristo nos salva, dando testimonio de que la salvación de Dios puede llegar a todos los hombres hasta en las situaciones más extremas".

De ahí la invitación que dirigió a quienes están inmovilizados en una cama de hospital, a quienes viven encerrados en las prisiones, a quienes están atrapados en las guerras a "mirar el crucifijo": "Yo les digo, miren el crucifijo, Dios está con ustedes, permanece con ustedes en la cruz, y se ofrece a todos como Salvador", afirmó, a la vez que exhortó a permitir "que la fuerza del Evangelio penetre en sus corazones y los consuele, les de esperanza y la íntima certeza de que nadie está excluido de su perdón".

Luego de asegurar el perdón del Señor a todos, el Santo Padre indicó "la actitud" a tener en cuenta como "modelo" de arrepentimiento, poniendo como ejemplo aquella del buen ladrón, y explicando asimismo, que el punto de partida para el arrepentimiento es el temor de Dios, que no es 'miedo' de Dios, sino que se trata del respeto filial que se le debe a Dios, porque es Dios y Padre. Otra señalación del pontífice fue que dicho respeto, "que brota de la conciencia de la omnipotencia de Dios y de su infinita bondad", es lo que ayuda a hacerle espacio al Padre, y a confiarse a su misericordia.

El segundo ladrón, - prosiguió - movido por el temor del Señor, reconoce su pecado, y confiesa su culpa con absoluta confianza en la infinita bondad y misericordia de Jesús. "Está precisamente allí para estar cerca, para salir al encuentro de la necesidad que tiene todo hombre de no ser abandonado, y le promete que hoy estará con él en el paraíso. De este modo, en la hora de la Cruz, Jesús revela el cumplimiento de su misión de salvar a los pecadores. Desde el inicio hasta el final de su vida, Jesús se ha revelado Misericordia, encarnación definitiva e irrepetible del amor del Padre". Así es como con esta catequesis el Sucesor de Pedro invitó a que pidamos al Señor "por todos los que sufren por cualquier motivo o se sienten abandonados, para que mirando al crucificado, puedan descubrir y sentir el consuelo y el perdón de Cristo, rostro de la misericordia del Padre".
En la conclusión de la alocución en español, un momento conmovedor sacudió la entera plaza de san Pedro, cuando los fieles de México, por invitación del Papa, cantaron a la Guadalupana para pedirle por los sufrimientos del pueblo. 

(Griselda Mutual - Radio Vaticano)

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