(RV).- La Iglesia no es solamente para los buenos, los que parecen
buenos, o se creen buenos. La Iglesia es para todos, incluso preferiblemente
para los malos, porque la Iglesia es misericordia, y este tiempo de gracia y de
misericordia nos recuerda que nada nos puede separar del amor de Cristo. Fue
ésta una de las afirmaciones del Papa Francisco en la catequesis del miércoles
28 de setiembre, al reflexionar sobre las actitudes diferentes de los dos
ladrones que murieron en la cruz junto a Jesús.
Al inicio de la
catequesis en nuestro idioma, el Papa explicó que las palabras que pronuncia
Jesús en la cruz, encuentran su culmen en el perdón: "El evangelista san
Lucas narra cómo los dos ladrones que fueron crucificados junto a Jesús se
dirigen a él con actitudes distintas. El primero, llevado por la angustia del
hombre ante la muerte, lo insulta y no comprende que, siendo el Mesías, pueda
quedarse en la cruz. Pero es precisamente quedándose y muriendo en la cruz
donde Cristo nos salva, dando testimonio de que la salvación de Dios puede
llegar a todos los hombres hasta en las situaciones más extremas".
De ahí la invitación
que dirigió a quienes están inmovilizados en una cama de hospital, a quienes
viven encerrados en las prisiones, a quienes están atrapados en las guerras a
"mirar el crucifijo": "Yo les digo, miren el crucifijo, Dios
está con ustedes, permanece con ustedes en la cruz, y se ofrece a todos como
Salvador", afirmó, a la vez que exhortó a permitir "que la fuerza del
Evangelio penetre en sus corazones y los consuele, les de esperanza y la íntima
certeza de que nadie está excluido de su perdón".
Luego de asegurar el
perdón del Señor a todos, el Santo Padre indicó "la actitud" a tener
en cuenta como "modelo" de arrepentimiento, poniendo como ejemplo
aquella del buen ladrón, y explicando asimismo, que el punto de partida para el
arrepentimiento es el temor de Dios, que no es 'miedo' de Dios, sino que se
trata del respeto filial que se le debe a Dios, porque es Dios y Padre. Otra
señalación del pontífice fue que dicho respeto, "que brota de la
conciencia de la omnipotencia de Dios y de su infinita bondad", es lo que
ayuda a hacerle espacio al Padre, y a confiarse a su misericordia.
El segundo ladrón, -
prosiguió - movido por el temor del Señor, reconoce su pecado, y confiesa su
culpa con absoluta confianza en la infinita bondad y misericordia de Jesús.
"Está precisamente allí para estar cerca, para salir al encuentro de la
necesidad que tiene todo hombre de no ser abandonado, y le promete que hoy
estará con él en el paraíso. De este modo, en la hora de la Cruz, Jesús revela
el cumplimiento de su misión de salvar a los pecadores. Desde el inicio hasta
el final de su vida, Jesús se ha revelado Misericordia, encarnación definitiva
e irrepetible del amor del Padre". Así es como con esta catequesis el
Sucesor de Pedro invitó a que pidamos al Señor "por todos los que sufren
por cualquier motivo o se sienten abandonados, para que mirando al crucificado,
puedan descubrir y sentir el consuelo y el perdón de Cristo, rostro de la
misericordia del Padre".
En la conclusión de la
alocución en español, un momento conmovedor sacudió la entera plaza de san
Pedro, cuando los fieles de México, por invitación del Papa, cantaron a la
Guadalupana para pedirle por los sufrimientos del pueblo.
(Griselda Mutual -
Radio Vaticano)
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